LA URBANIZACIÓN MARGINAL DEL EXTRARRADIO DE MADRID: UNA RESPUESTA ESPONTÁNEA AL PROBLEMA DE LA VIVIENDA. EL CASO DE LA PROSPERIDAD (1860-1930)

Charlotte Vorms
Université d'Aix-Marseille I


La urbanización marginal del extrarradio de Madrid: una respuesta espontánea al problema de la vivienda. El caso de La Prosperidad (1860-1930) (Resumen)

Frente al problema de la vivienda, particularmente agudo en el primer tercio del siglo XX, la edificación informal del extrarradio de Madrid, oficialmente no calificado para la urbanización, tiene un papel fundamental en la absorción de la creciente población y el alojamiento popular. El análisis del proceso de producción de las viviendas en esta zona pone de manifiesto unas características propias a este mercado, entre las cuales la gran adaptabilidad de las casas a las circunstancias generales del mercado y particulares de los propietarios. Estas características explican el papel de las clases populares en la producción de viviendas destinadas a si mismas, como este proceso a podido ser un motor de ascensión social para sus actores y produjo un tejido social complejo y unido. Estudiar la extensión no oficial de la ciudad en el extrarradio, considerándola como la respuesta de hecho al problema de la vivienda popular, ilumina con otra luz la actitud de los poderes públicos hacia ella: tolerancia sin apoyo.

Palabras clave: La Prosperidad, vivienda popular, urbanización informal.

The informal urbanisation of Madrid's periphery: A spontaneous answer to the housing problem. The case of La Prosperidad (1860-1930). (Abstract)

Facing the need for housing, particularly strong in the first third of the 20th century, the informal urbanisation of Madrid's periphery, officially not qualified for urban extension, holds an essential role in the absorption of the growing population and in the housing of lower-class households. The analysis of the production process of housing in the periphery shows the specificities of this market - amongst which, the important adaptation ability of the constructions to the general circumstances of the market and the particular ones of the owners. These explain the important role of lower class in the production of housing aimed to themselves, how this process was sometimes the vector of social ascension for its actors and produced a complex local society, unified by strong links. Looking at the informal urban growth of the extrarradio as the actual response to the lower-class housing problem, helps understanding the authorities" attitude towards it, tolerance without support.

Key words: La Prosperidad, popular housing, informal urbanization.

En 1860, conforme con las reflexiones urbanísticas de la época, se decide adecuar la ciudad de Madrid a su población creciente, ensanchándola. Así se adopta el plan de ensanche del ingeniero Carlos María de Castro. Éste prevee la preparación de suelo edificable a cargo del municipio. No obstante, la violenta inflación de precios que provoca el proyecto y las estrictas normas de edificación conllevan un fuerte desajuste entre las características de las viviendas edificables en el ensanche y la solvencia de la demanda. En consecuencia, la edificación del ensanche es lenta y las viviendas populares se construyen fuera de él. Así aparecen las primeras parcelaciones de tierras rurales en el extrarradio, zona comprendida entre el límite exterior del ensanche y el límite del termino municipal de Madrid, el año que sigue a la adopción del plan Castro. A partir de 1860 y hasta mediados del siglo XX, Madrid crece en dos frentes, uno oficial y planificado, el ensanche y el otro, informal y espontáneo, el extrarradio.

La edificación del extrarradio, urbanización marginal, según la expresión creada en el contexto de los años sesenta[1], es inmediatamente el objeto de críticas por parte de los contemporáneos. Es el modelo madrileño de la mala edificación, a la que se pensaba que el plan de ensanche iba a poner un fin. Ya Fernández de los Ríos en su Guía de Madrid, publicada en 1876, denunciaba la aparición de los arrabales caóticos del extrarradio[2]. Gran parte del pensamiento urbanístico del primer tercio del siglo XX, en Madrid, se dedica a buscar una solución para regular, racionalizar, "urbanizar" en el sentido que Cerdà da a esta palabra, el extrarradio[3]. El proyecto de edificación del extrarradio del ingeniero Núñez Granés, adoptado en 1916 - pero nunca puesto en ejecución - organiza esta zona de Madrid enteramente con referencia a la ciudad central y al ensanche que se propone a su vez ensanchar[4]. La red viaria que Núñez Granés diseña, se superpone a la red viaria existente de hecho en los arrabales y no considera en ningún momento apoyarse en ella. La idea dominante entonces es que hay que sumergir a esos núcleos periféricos en un nuevo ensanche.

En consecuencia de esta forma de considerar al extrarradio, la producción de viviendas en esta zona de Madrid y los mecanismos de su edificación  no han sido apenas estudiados - fuera de algunas excepciones notables[5]. A nivel urbanístico, no se vio interés en este fenómeno de extensión de la ciudad, ya que se le solía considerar como un fracaso, como un tumor del ensanche; la única forma de entenderlo era estudiar el ensanche; raramente se reconoció allí una lógica propia de producción de ciudad. A nivel económico, la edificación del extrarradio resulta de actuaciones aisladas y de poca importancia financiera, así que los analistas del mercado inmobiliario no se interesaron en esta zona.

Durante el primer tercio del siglo XX, el crecimiento demográfico de Madrid es especialmente fuerte - la capital pasa de unos 500 000 habitantes en 1900 a 900 000 en 1930. Sin embargo, la construcción no experimenta el mismo crecimiento. Especialmente, entre 1900 y 1915, el retraso en la producción de viviendas es muy fuerte. Así que del crecimiento poblacional de la ciudad, resulta una densificación de la ocupación de las viviendas existente y el alza súbito de los precios, que afectan, de forma más aguda, a las clases populares. La carestía y la escasez de vivienda se convierten en una cuestión política y progresivamente emerge la idea de que la responsabilidad de solucionar este problema recae, en parte, en los poderes públicos.

Ahora bien, durante el primer tercio del siglo XX, es el extrarradio la zona más dinámica en cuanto a construcción y cantidad de población alojada. El ingeniero Pedro Núñez Granés, autor del plan de urbanización del extrarradio de 1909, escribe que entre 1905 y 1910, la tasa de crecimiento demográfico del ensanche es de 11,08 %, mientras la del extrarradio es de 27,38 por ciento[6]. Según las cifras publicadas por el ayuntamiento, durante el primer tercio del siglo XX, el número de licencias otorgadas en el extrarradio es globalmente superior a las otorgadas en el ensanche (figura1). Es más, en el periodo de crisis de la construcción que abarca de 1900 a 1915, este sector permanece dinámico en el extrarradio, conociendo allí un fuerte crecimiento, mientras que se estanca en el ensanche. En 1930, 15 por ciento de los madrileños vive en el extrarradio[7].

Aquí radica la paradoja: de 1860 a 1930, la edificación informal y espontánea del extrarradio es la más dinámica y es la que produce viviendas populares, y no la oficial y planificada del ensanche. Lo que se ha visto como marginal, a nivel urbanístico, arquitectónico, legal y económico, los núcleos de población y las casas que durante muchas décadas se consideraron provisionales y no propiamente parte de la ciudad, tuvieron un papel fundamental en la absorción del crecimiento demográfico y en el diseño de la morfología de la ciudad.

En esta comunicación, queremos estudiar el cambio de uso espontáneo del suelo en el extrarradio, considerándolo como la respuesta de hecho a la escasez de viviendas populares. Por eso, nos planteamos investigar la realidad propia de la edificación del extrarradio, estudiar las modalidades del mercado inmobiliario, los procesos que rigen la producción y evolución de las viviendas y sus actores. Así esperamos aportar un mejor conocimiento del crecimiento de Madrid, del papel que tuvo el extrarradio con su urbanización marginal en el alojamiento de la creciente población de la capital y un mejor entendimiento de la actitud de los poderes públicos a su respeto.

Para este estudio, tomaremos como ejemplo el arrabal de la Prosperidad, al noreste de Madrid. Empieza a edificarse inmediatamente después de la adopción del plan de ensanche; en este sentido, es típico de los arrabales del extrarradio. Tiene la particularidad de estar cerca del barrio de Salamanca, zona netamente burguesa, donde la realización del plan de ensanche está más conseguida. Finalmente, la Prosperidad es un lugar privilegiado para la implantación de las colonias de casas baratas en los años 20 y 30, que resultan de otro tipo de actuación inmobiliaria, urbanística y arquitectural.
 

Un sector dinámico, si bien poco institucionalizado, del mercado inmobiliario madrileño[8]

Ritmo del crecimiento

El ritmo de crecimiento de la Prosperidad es representativo del extrarradio y refleja el dinamismo general de esta zona de extensión.

Se venden los primeros solares en 1862 y en 1872 el arrabal cuenta ya con 300 habitantes[9]. En 1900, más de mil personas viven en los aproximadamente 400 edificios que cuenta la Prosperidad. En el siglo XX, el crecimiento poblacional hace del asentamiento, promovido al estatuto de barrio administrativo en 1898, un asentamiento realmente importante. En 1930 cuenta con 13 800 habitantes. El barrio, mayoritariamente obrero en el siglo XIX - en 1900 el 60 por cientode los vecinos son jornaleros -, se diversifica sociológicamente en el XX ; así en 1930 el conjunto de empleados, artesanos, comerciantes independientes, militares y profesiones liberales forman la cuarta parte de la población activa.

La extensión espacial del barrio se realiza en dos etapas. En el siglo XIX, una primera ola de parcelaciones diseña el núcleo central del barrio, la Prosperidad histórica. En el siglo XX, apenas aparecen nuevas parcelaciones hasta los años 20, que ven otra ola de parcelaciones.

El sector de la construcción conoce una evolución semejante, con un crecimiento muy acusado en los años 1920, conforme con la coyuntura madrileña. Nos basamos aquí en el número de peticiones de licencias para obras mayores. Si bien esta fuente tiene defectos: no se sabe en que medida el porcentaje de obras sin licencias es estable y no permite tomar en cuenta la importancia de los edificios construidos, es, sin embargo, la única fuente serial que nos puede informar sobre la evolución de la construcción. Se observa un adelanto de dos o tres años en la curva de la construcción con respeto a la curva general para Madrid (figura 2). En comparación con el resto del extrarradio, el crecimiento de 1900 a 1910 existe, pero es menos fuerte y la aceleración de los años 1920 es particularmente marcada.

El precio del suelo sigue una evolución comparable. Crece muy lentamente hasta mediados de los años 1920, cuando conoce un fuerte alza.

Parcelaciones, parceladores y compradores

El cambio de uso del suelo empieza con la parcelación de tierras rurales. De 1860 a la Guerra Civil, en el arrabal de la Prosperidad, se parcelan aproximadamente unas cuarenta fincas rurales. Destacan dos tipos de actuaciones. El primero, responsable de la edificación de la Prosperidad del siglo XIX, y de parte de la del XX es muy sencillo: el propietario de la tierra, bien el propietario tradicional de la finca rural o un intermediario que la compra a este efecto, diseña calles y divide el terreno para venderlo en solares. La actuación se limita a la elaboración del plano y a la segregación y venta de las parcelas. El parcelador no realiza ningún tipo de obra de viabilización. Es siempre una persona física hasta los años 1920; no es un profesional y su actuación en el barrio es relativamente marginal en su actividad. Muchos tienen una actividad profesional a parte, algunos comerciantes como Manuel Zabala, uno de los muy primeros parceladores de la Prosperidad, dueño de la fábrica de chocolate de la Plaza de Chamberí, otros empleados como Diego Campos Martínez (profesor veterinario), que actúa en los años 1920. Si bien es difícil estimar los beneficios de tal operación, ya que desconocemos los gastos de notario y agrimensor, así como los intereses del dinero invertido, se puede, al menos, comparar el precio de compra de la finca rural con el de la venta de los solares. En los años 1860 y 1870, los parceladores pagan la tierra alrededor de 0,25 ptas/m² y venden los solares en medida a 1 pta/ m², lo que supone una multiplicación por cuatro del precio del suelo. En los años 1920, los beneficios pueden ser sustanciales para los que han comprado la tierra justo antes del súbito alza de los precios; así Diego Campos Martínez, parcelador de una finca de un poco menos de 2,5 ha, la compró a 0,7 ptas / m² y vende los solares primero alrededor de 4 ptas / m² y a partir de 1927 a 16 ptas / m².

Dentro de este tipo de parcelación, las fincas parceladas por un intermediario son generalmente las pequeñas. Algunas de las grandes son el objeto de una actuación en dos etapas: el dueño tradicional de la finca decide el cambio de uso y diseña las futuras calles, pero no procede él mismo a la enajenación de todos los solares, sino que vende manzanas enteras o trozos importantes de tierra a un intermediario que los segrega y vende. Los parceladores del extrarradio, perteneciendo a la clase media, probablemente de poca solvencia y para quien resultaría difícil reunir dinero para invertir a medio plazo, eso era, sin duda, la condición para la parcelación de grandes fincas. Es el caso de una finca de Juan Francisco Maroto, que vende entre 1883 y 1908 o de una de Gabriel Padierna de Villapadierna y Erice que vende entre 1906 y 1925 en 9 trozos. En estos casos, la actuación del segundo parcelador es meramente la segregación y venta de los solares, ya que el diseño general ya ha sido hecho; en algunos pocos solares, procede a la edificación. La rareza de estas experiencias de parcelador constructor nos conduce a pensar que no fueron muy exitosas.

En la segunda ola de parcelaciones, al lado de este tipo de parcelaciones que se siguen creando, aparece otro tipo, donde, o bien la actuación está integrada de la división a la construcción y incluye normalmente obras de viabilización y equipamiento (agua, luz, etc.), o consiste en división y preparación de suelo edificable para otra sociedad, que se encarga de la edificación del conjunto de las parcelas. Este tipo elige siempre el modelo arquitectural del hotel y da nacimiento a las colonias de hotelitos tan características del norte de Prosperidad. La casi totalidad de ellas están amparadas por las leyes de casas baratas.

Los compradores de solares en las parcelaciones del primer tipo, son mayoritariamente obreros y artesanos. Los tres cuartos de los compradores de solares entre 1862 y 1872 son jornaleros, obreros o artesanos. Un solar medio de 300 m² costaba, en los años 1860 y 1870, alrededor de 90 jornadas de trabajo de un oficial de albañil[10]. El hecho más notable a partir de lo años 1920 es la coexistencia de actuaciones destinadas a dos públicos bien distintos y productoras de tipos de paisajes urbanos igualmente distintos. Así el carácter popular de las parcelaciones del primer tipo tiende a acentuarse: 21 de los 37 compradores de solares en la parcelación de Diego Campos (entre 1923 y 1934) de profesión conocida, son jornaleros. Estos rasgos se agudizan cuando se trata de parcelaciones particularmente mal situadas como las de Ibarrondo y Lezcano, lejos del tejido edificado del barrio y entonces con muy poca probabilidad de conseguir rápidamente del ayuntamiento su acometida a las redes de infraestructuras y servicios urbanos mínimos. De hecho, esta parcelación y la de la Sociedad Casimiro Mahou e Hijos, del mismo tipo y también aislada del resto del barrio, resultan ser las peores urbanizadas y construidas.

Al contrario, las parcelaciones del segundo tipo se destinan a compradores y habitantes más asentados, perteneciente a las clases medias. La promoción de las colonias de hotelitos traen así como consecuencia la diversificación social del barrio.

El mercado del extrarradio se caracteriza, al contrario de el del ensanche, por la rapidez de rotación del capital: en la gran mayoría de los casos, el parcelador que compra la finca rural empieza a vender solares inmediatamente y termina su venta en unos pocos años. Así María Francisca Arias Erero termina en 1882 la parcelación y venta de las aproximadas 3 ha. que compró en 1878. Ramón Sardinero vende en 1929 el último solar de la finca de 1,8 ha. que compró en 1923. El fenómeno de retención de tierra y especulación sobre su precio a medio y largo plazo es muy poco corriente en el extrarradio, al contrario del ensanche. La duración media de las operaciones de parcelación tiende en alargarse al final del periodo, pero, en general, el tiempo de inmovilización del capital es muy corto. En el extrarradio, mercado de suelo barato, cuyos actores son económicamente más frágiles, el éxito de una actuación radica en la rapidez de su cumplimiento.
 

La construcción de viviendas

Aquí sólo estudiaremos la producción de viviendas en las parcelaciones del primer tipo, ya que las colonias de casas baratas han sido objeto de estudios propios. Hemos visto que las obras de edificación se hacen a la escala del solar, y que, aparte de algunas raras experiencias, el parcelador no es constructor, así que son los compradores quien construyen en los solares. El tamaño medio de las parcelas al final del periodo es de menos de 300 m². Los edificios del extrarradio están construidos por pequeños propietarios en actuaciones aisladas. Hasta 1920, 85 por cientode los demandantes piden una sola licencia de obras y son responsables de 68 por ciento de las peticiones de licencias para obras mayores; 83 por cientode las licencias para obras mayores están hechas por individuos que sólo hacen una o dos peticiones. Todos los peticionarios son personas físicas, nunca sociedades[11]. Pertenecen mayoritarmente a las clases populares de la capital y construyen, primero, para alojarse.

El tamaño de los edificios construidos es de poca importancia. Dos tercios de los 422 edificios del barrio de la Prosperidad en 1900 sólo constan de planta baja y casi todo el resto consta de dos[12]. En 1930, los edificios de planta baja siguen siendo mayoritarios y sólo un tercio de ellos constan de más de dos plantas[13].

A nivel de la construcción, como al de las parcelaciones, el mercado del extrarradio se caracteriza por la rapidez de actuaciones basadas en inversiones mínimas, de rentabilización a corto plazo. Esto explica, que al contrario del ensanche, el volumen de compra-venta de terreno y el de la edificación sean cercanos. En el extrarradio, la compra de terreno es normalmente seguida de su inmediata edificación; cuando no lo es, es más bien por falta de recursos por parte del propietario, que por el hecho de una estrategia económica. Aquí tenemos una de las diferencias mayores con el mercado del ensanche. La compra de suelo en el extrarradio está claramente destinada, en esta época, a ser rentabilizada, a corto plazo, con la producción de viviendas.

En el extrarradio, las clases populares son actores y artífices de la producción de viviendas que les son destinadas. Sobre un suelo barato, se edifica la Prosperidad, por la actuación de pequeños propietarios, que construyen - y a menudo auto-construyen - pequeñas casas de escasa calidad que suponen una inversión mínima. Las mismas modalidades de la edificación, propias a esta zona, permiten la movilización del pequeño ahorro popular para la construcción de viviendas.
 

Un modo de producción de viviendas flexible

Tipología de las viviendas

De los edificios así construidos, casi todos de ladrillo, destacan tres modelos arquitectónicos distintos. Uno, propio de las parcelaciones del segundo tipo, el hotelito, limitado a los años 1920 y 1930, constituye un caso muy específico que dejaremos de lado. Nos centraremos en los dos siguientes. Históricamente, el primer tipo de casa en construirse y que se sigue construyendo hasta la posguerra es la casa baja, de sólo una planta con su patio trasero, usado de corral o de huerta. Generalmente su fachada está alineada con la calle, la puerta de la casa da a la calle y el patio ocupa el fondo del solar (figura 3).

El segundo tipo es la casa de vecinos que adopta a menudo la forma de una casa de corredor o corrala. Es un edificio, donde la viviendas, generalmente pequeñas y oscuras, dan a un patio central; se circula en las plantas - en el caso de que haya - por corredores que dan la vuelta al patio (figura 4). Son viviendas de alquiler, destinadas a las clases populares. Al contrario de la casa baja, ésta es un modelo arquitectural común a los barrios populares del casco y los arrabales de la periferia. En este sentido, su aparición es una manifestación de la creciente integración del extrarradio al mercado inmobiliario de la ciudad.

Figura 4. Ejemplo de casa de corredor. Calle Santa Hortensia 12.
Figura 4. Ejemplo de casa de corredor. Calle Santa Hortensia 12.

Estos dos modelos arquitectónicos parecen presentar dos tipos de viviendas distintos, a nivel de los procesos de su producción, de sus constructores, propietarios y habitantes. Empíricamente, parece probable que la casa baja fuera construida por su dueño para alojarse a si mismo y a su familia y que la casa de vecinos fuera construida por un inversor, interesado en la renta de viviendas de alquiler. La casa baja es como una etapa en el éxodo rural de una familia y en el cambio de uso del suelo periférico y procura un espacio privado para el hogar, mientras los pisos pequeños de la casa de vecinos reducen al máximo el espacio privado.

Unas construcciones marcadas por su gran capacidad de adaptación y evolución

Si, en vez de observar la tipología arquitectural en un momento dado, se considera al proceso de construcción, la distinción entre los dos tipos no aparece tan clara.

Estudiando el caso de una familia pionera en el arrabal, los Agut-Fos, se pone en relieve la característica principal de las construcciones del barrio: su gran flexibilidad de evolución y adaptación a las circunstancias de la vida de los propietarios y al mercado[14]. Felipa Fos, viuda, nacida en 1815 en un pueblo de Teruel y llegada a Madrid a los 41 años - sus hijos han nacido en el campo - compra en 1868 un pequeño solar de 160 m² en el barrio de la Prosperidad. Allí edifica una casa baja que habita con su hijo, jornalero. En 1871 compra una segunda parcela, de 620 m², medianera de la que compró su yerno. Edifica en este solar otra casa baja, donde se muda con su hijo. El tamaño del solar le permite desarrollar actividades típicas de las periferias urbanas: tiene una piara de unos quince cerdos y abre una trapería. En 1880, su hijo se ha casado y vive con su mujer y su madre en la casa; hay entonces 2 viviendas más - de planta baja - en el solar. Felipa Fos a ensanchado el edificio, invirtiendo el beneficio de sus actividades comerciales y agrícolas, en la promoción de viviendas, destinadas, por entonces, al alquiler y pudiendo luego ser ocupadas por su descendencia. Entre 1880 y 1890 Felipa Fos muere y su hijo Zacarías, que tiene ya dos hijos, sigue edificando y rellenando el solar: en 1890, hay 18 viviendas, siempre de una sola planta. Zacarías, sigue trabajando de jornalero y ha dejado la trapería. Sus preferencias y el mercado le han hecho elegir como principal uso del suelo, la promoción de viviendas. A esta fecha, el número de viviendas y el tamaño del solar suponen que se haya rellenado el fondo de la parcela y que las últimas viviendas sean interiores. Es probable que las viviendas más recientes ya no dispongan de un patio particular, significando una evolución del tipo arquitectural. El interior del solar se parece cada vez mas a un patio de vecinos. Sin embargo, la organización del solar no ha sido objeto de un proyecto de conjunto, sino que es el resultado de una evolución.

Figura 5. Ejemplo de un tipo intermediario: patio de vecinos de una sola planta; las viviendas, de planta baja, dan todas a un patio central. Calle Luis Vives 13.
Figura 5. Ejemplo de un tipo intermediario: patio de vecinos de una sola planta; las viviendas, de planta baja, dan todas a un patio central. Calle Luis Vives 13.

Es más, la típica casa de vecinos, organizada alrededor del corral, es a menudo el resultado de una evolución semejante. No hemos encontrado ningún caso de casa de vecinos de gran tamaño construida en una sola etapa. Normalmente es el fruto de varios ensanchamientos de una casa inicial.  Así el edificio, sito actualmente en López de Hoyos 139, casa de corredor mas conocida del barrio, antiguamente llamada por los vecinos la "casa grande", que ha sido rehabilitada en 1992, resulta del ensanchamiento de un primer edificio, construido en 1883. Éste constaba de sólo planta baja y estaba compuesto de dos o tres viviendas en hileras, entre las cuales una era ocupada por el propietario. En etapas ulteriores, se ensanchó horizontalmente el edificio existente, se le añadieron dos plantas, y se construyeron otros tres cuerpos de edificio, de dos plantas, divididas en doce viviendas cada una, alrededor del patio. Destaca la rapida evolución de este tipo de construcción, muy fácil de adaptar progresivamente a las peripecias de la vida familiar y a la evolución del mercado.

En 1923, los dos hijos de Zacarías Agut, jornaleros como su padre, edifican una casa baja en el primero de los dos solares comprados por su abuela (figura 3), donde la casa original construida por ésta, estaba inhabitada por ser ruinosa desde aproximadamente 1910. El hermano menor abre en los años 1930, en esta última casa, una almoneda[15]. El caso de esta familia es significativa del proceso de edificación del barrio de la primera época. La familia compra terreno, primero para ser propietaria de su vivienda y para llevar en ella un modo de vida de tipo más rural que urbano, a pesar de pertenecer a la población urbana. El terreno poseído se valoriza primero de forma rural y progresivamente cada vez más con la promoción de viviendas en alquiler. Todas las etapas de la edificación son obras pequeñas y poco costosas, con lo cual permiten a la familia, rentabilizar rápidamente pequeñas inversiones poco arriesgadas.
 

Un tejido social  local, complejo y estrechamente vinculado

Estas mismas características de la edificación del extrarradio suponen la oportunidad de enriquecerse para familias humildes. Manifiestamente, en el caso de la familia Agut-Fos, la compra de terreno barato en la primera generación ha sido vector de enriquecimiento y de ascensión social, ya que la tercera generación ya no es obrera, sino comerciante. Siguiendo el itinerario familiar de habitantes del barrio, hemos encontrado a muchos casos semejantes, en que la compra de terreno en la primera generación está correlacionada con la promoción al estatuto de comerciante o industrial en la segunda o tercera generación. En la mayoría de los casos, la compra de un solar, inicialmente hecha para alojarse, acaba siendo rentabilizada con la construcción de viviendas en alquiler. Este tipo de itinerario matiza la validez de la distinción entre propietario e inquilino como categorías de análisis, ya que en estos casos, habitan viviendas parecidas. Aunque las fuentes no permitan averiguarlo estadísticamente, la observación de casos, da la impresión de que las familias enriquecidas por la inversión en el suelo, no suelen dejar el barrio, sino que se quedan en éste, contribuyendo a construir una identidad local específica. El compartir condiciones de vida urbana semejantes y el arraigamiento local de las familias, contribuye a crear vínculos sociales fuertes entre vecinos.

Estos vínculos están aún consolidados por el aislamiento espacial del arrabal y por la misma tipología arquitectónica. De hecho, el tipo de la casa baja con su puerta a la calle sin existir zona de transición entre el espacio privado de la vivienda y el público de la calle invita a un uso particular de ésta y a su apropiación colectiva, a escala de la calle, de la manzana, y finalmente del barrio. En este sistema de apropiación espacial, el patio de vecinos es como otro escalón entre el espacio privado y el de la comunidad. Estos vínculos fuertes entre vecinos no significan que la sociedad local este inmóvil. Al contrario, a lo largo de nuestro periodo de estudio se va diversificando y la misma construcción del barrio constituye oportunidades de relativa movilidad social para los vecinos. Si bien la ciudad que se crea en el extrarradio es de mala calidad en cuanto a urbanización y vivienda, no impide que la sociedad que allí se constituye este tejida por vínculos estrechos.
 

Los poderes públicos frente a la edificación informal del extrarradio

Queremos ahora observar como los poderes públicos consideraron esta edificación fuera de sus planes. No se trata aquí de estudiar los discursos y proyectos oficiales acerca de la edificación del extrarradio - esos son bien conocidos y son claramente de rechazo -, sino desplazar la mirada hacia la gestión cotidiana y de hecho que hizo el ayuntamiento de ella. Para este estudio, los expedientes de obras particulares son una fuente interesante.
 

Tolerancia...

Las peticiones de licencias para la zona del extrarradio corresponden a la comisión de ensanche, dirigida en los años 1860 por el autor del plan, Carlos María de Castro. La reacción de esta oficina es de total falta de interés. Todas las licencias pedidas son otorgadas; en los expedientes de los años 1860, figura una mención firmada por Castro, diciendo que "hallandose la Barriada de que se hace mérito a muy larga distancia de la linea de cerramiento, no [ve] inconveniente en que se acceda a lo solicitado"[16]. En ningún momento, los encargados parecen preocuparse por lo que podría ser visto como un elemento de fracaso del plan de ensanche o que podría pervertir su sentido y retrasar su realización, ya que el ensanche oficial de la ciudad no conseguía tener el monopolio de la extensión urbana. La reacción de indiferencia por parte de la comisión de ensanche parece expresar que la edificación marginal del extrarradio no constituye ninguna amenaza para la del ensanche. No son rivales y no tienen la misma función, ni responden al mismo problema. La vocación primaria del ensanche no es solucionar el problema de la vivienda popular. Así los poderes públicos dejan hacer lo que constituye una respuesta espontánea y poco costosa a la escasez de vivienda popular.

En el primer tercio del siglo XX, cuando la edificación marginal del extrarradio, cada vez más importante, se empieza a considerar un verdadero problema y se elaboran planes de urbanización para él, el ayuntamiento sigue de hecho la misma política diaria. Cuando el plan de Núñez Granés, adoptado en 1916 - si bien nunca realizado - supone la supresión o modificación de varias vías y, en consecuencia, numerosas expropiaciones, los concejales siguen otorgando licencias. Contra los que defienden la suspensión del otorgamiento de licencias, el argumento es siempre el mismo: en un periodo de escasez de vivienda y de crisis de la construcción, es absurdo denegar licencias[17]. Este argumento defiende el interés de los propietarios, pero también refleja un hecho: la construcción en el extrarradio es dinámica y es allí donde las familias humildes encuentran donde alojarse.
 

... sin apoyo

Si los poderes públicos toleran y no ponen obstáculos a la edificación espontánea del ensanche, tampoco se comprometen en formalizar ningún tipo de normativa para urbanizar las parcelaciones.

En los años 1870, las licencias de obras otorgadas para el extrarradio estipulan que: "la Villa no se compromete en establecer empedrado, alcantarillado, alumbrado y ningún otro servicio público en la localidad de que se trata"[18]. El Ayuntamiento deja hacer esta edificación, pero excluye desde el principio, la posibilidad de apoyarla con inversiones públicas en obras de urbanización. De hecho, los arrabales del extrarradio se caracterizan pronto por una falta dramática de infraestructuras urbanas, que conlleva insalubridad y condiciones de vida generalmente duras para los vecinos. El ayuntamiento procede muy lentamente y puntualmente, a razón de la insistencia de los vecinos en solicitarlas, a obras de infraestructuras - las muy primeras a finales de los años 1880. Esta falta de apoyo por parte de los poderes públicos hacia la edificación del extrarradio contribuyo a crear una frontera física y mental fuerte entre la ciudad oficial y la marginal, que tuvo su expresión política, ya que los arrabales del extrarradio fueron los bastiones del socialismo madrileño.

A partir de los años 1880, se especifica en las licencias que "esta concesión no da derecho de ningún genero para el día que las reformas de la población hicieran necesario un estudio de alineaciones y rasantes en aquella zona"[19]. El ayuntamiento inventa así una nueva categoría de licencia de obras provisional. El mismo Estado respalda esta decisión con la Real Orden del 4 de septiembre del 1902 que estipula que se inscribirá esta mención en el registro de la propiedad, condenando las casas a una gran precariedad jurídica.
 

El análisis de las características del mercado inmobiliario del extrarradio ha puesto de manifiesto que está orientado hacia la producción a corto plazo de viviendas, al contrario de el del ensanche, zona oficialmente destinada a recibir la extensión urbana. Es más, su funcionamiento permite movilizar el ahorro popular y dirigirlo hacia el mercado de viviendas populares. En los procesos de producción de las viviendas, destacan la rápida evolución de éstas y su gran adaptabilidad. Finalmente, las modalidades propias del cambio de uso del suelo en el extrarradio parecen dar nacimiento a una sociedad local integrada y unida, pero sin embargo compleja y móvil. A pesar de ello, la dualidad de la política de las autoridades hacia este fenómeno de edificación espontánea, que lo consiente, pero tampoco lo apoya - es contraria a todos los principios de urbanismo de la época - desemboca en la mala calidad de esta urbanización, su escaso equipamiento, su precariedad y las duras condiciones de vida de su población.
 

Notas
 

[1]J. Busquets i Grau, La urbanización marginal, Edicions UPC, Barcelona, 1999.

[2]A. Fernández de los Ríos, Guía de Madrid. Manual del Madrileño y del Forastero, Madrid, 1876.

[3] I. Cerdà, Teoría General de la Urbanización, Madrid, 1867.

[4] P. Núñez Granés, Proyecto para la Urbanización del Extrarradio de dicha Villa, Madrid, 1910.

[5] Ver bibliografía.

[6] P. Núñez Granés, El problema de la urbanización del Extrarradio de dicha Villa desde los puntos de vista técnico, económico, administrativo y legal, Madrid, 1920, p. 13.

[7] S. Juliá, Madrid, 1931-1934.  De la fiesta popular a la lucha de clases, Madrid, 1984, p. 61.

[8] Todos los datos sobre las parcelaciones y compra-ventas de la Prosperidad, en este apartado, son el resultado del estudio cruzado del plano parcelario de Colubí (Archivo de Villa de Madrid, AV), fechado de los años 1860, del plano parcelario de Madrid de los años 1940 (Gerencia Municipal de Urbanismo) y de las inscripciones del Registro de la Propiedad de Madrid.

[9] Todos los datos sobre la población de la Prosperidad, su número y repartición sociológica son resultados de un estudio de los padrones municipal de 1872, 1900 y 1930 conservados en el Archivo Histórico de Villa de Madrid (AV).

[10] El Anuario de la Construcción de 1867 estima a 16 reales el jornal medio de este oficio.

[11] Estas cifras resultan de un análisis del conjunto de expedientes de licencias para obras mayores, conservadas en el AV.

[12]Nomenclátor de las ciudades, villas, lugares, aldeas y demás entidades de población de España, Madrid, 1904.

[13] Esta cifra es el resultado del estudio de una muestra de 295 edificios de los cuales tenemos esta información en el padrón municipal de 1930, AV.

[14] Los datos para este estudio de caso resultan del cruce de los datos de varias inscripciones del Registro de la Propiedad de Madrid, de padrones municipales de Madrid de varios años (AV), de archivos fiscales: (Archivo Histórico Nacional, Fondo Contemporáneo, Delegación de Hacienda de Madrid, Fondo Exento, Libro 1207).

[15] AV 25-293-165.

[16] AV Secretaría 4-261-73.

[17] Ver, por ejemplo, los debates en la comisión municipal permanente en la sesión del 6 de agosto 1924.

[18] AV Secretaría 5-68-5.

[19] AV Secretaría 7-245-32.   

 

Bibliografía

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© Copyright Scripta Nova, 2003

Ficha bibliográfica:
VORMS, C. La urbanización marginal del extrarradio de Madrid: una respuesta espontánea al problema de la vivienda. El caso de La Prosperidad (1860-1930). Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de agosto de 2003, vol. VII, núm. 146(013). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-146(013).htm> [ISSN: 1138-9788]

http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-146(013).htm